El esfuerzo y la pericia para recorrer anualmente 400.000 kilómetros de la compleja geografía colombiana son muestra de un inagotable compromiso con su país.
Por trochas, carreteras y ríos, los 34 conductores que trabajan en la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (MAPP/OEA) garantizan el transporte del personal a los lugares más apartados de la geografía nacional. Son ellos quienes, en la práctica, facilitan la llegada de los funcionarios nacionales e internacionales al terreno.
Además de los conocimientos propios de su labor, los conductores de la Misión están en capacidad de operar sistemas de comunicaciones y cuentan con una amplia comprensión de las situaciones de seguridad que ocurren en las regiones donde trabajan, contribuyendo a garantizar la integridad de los equipos. De acuerdo con las condiciones particulares de cada misión, estos funcionarios también apoyan tareas tan diversas como logística, secretaría y registro fotográfico.
Algunos de ellos, como José Joaquín Vivas, han estado vinculados a la MAPP/OEA durante muchos años. Vivas, que ingresó a la Misión en el 2006, ha prestado sus servicios en zonas tan diversas como Norte de Santander, Meta, Bolívar, Arauca, Casanare, Santander y Guaviare. Él cuenta que los recorridos por estos departamentos le han permitido “sentir una satisfacción muy grande de poder contribuir a la paz, porque la presencia de la Misión es la punta de lanza para que distintas instituciones ingresen a los territorios”.
El tránsito por las vías rurales del país, sin embargo, no es fácil. Vivas recuerda las dificultades de conducir por la trocha Tibú-La Gabarra, en la región del Catatumbo, Norte de Santander: “Anteriormente, esa vía era un desastre. A veces durábamos enterrados varias horas, por lo que decidimos andar en dos vehículos para remolcarnos. Si había carros de la comunidad que estuvieran atascados, también ayudábamos a sacarlos con la ayuda de otros conductores que transitan por esas vías”.
Adrián Gutiérrez, que trabaja como conductor en la MAPP/OEA desde el 2004, cuenta que en su tránsito por la Alta Guajira y la Serranía del Perijá también ha enfrentado condiciones adversas, propias de la geografía y del mal estado de las vías. Entre ellas, enterramientos, deslizamientos y el crecimiento de las fuentes de agua. Durante el tiempo que lleva en la Misión, Gutiérrez ha recorrido territorios agrestes de los departamentos de Magdalena, Cesar, Bolívar, Córdoba y Norte de Santander, prestando apoyo a distintas oficinas regionales.
La Misión, además, cuenta con conductores de lancha, para zonas donde los ríos son el único medio de transporte de comunidades enteras, como consejos comunitarios afro y resguardos indígenas. Es el caso del departamento del Chocó, donde encarando las caudalosas aguas de los ríos Atrato, Baudó y San Juan, Wilman Palacio lleva a buen puerto las misiones fluviales, indispensables para las tareas de monitoreo en la región, donde persisten violaciones de los derechos humanos por parte de actores armados ilegales.
Palacio, oriundo de Quibdó, opina que el trabajo en la MAPP/OEA “permite no solo apoyar la paz de Colombia y del departamento del Chocó, sino tener un acercamiento con las comunidades, andar en medio de la naturaleza y asumir la gran responsabilidad de ir al mando de una tripulación”.
Además de las condiciones geográficas, los conductores, como otros funcionarios de la Misión, deben enfrentar las frágiles condiciones de seguridad de los territorios. Gutiérrez recuerda que en el 2005, cuando recién iniciaban las desmovilizaciones colectivas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), el vehículo que conducía fue detenido en un retén paramilitar: “Ellos estaban muy agresivos y no nos querían dejar pasar. Sin embargo, logramos manejar la situación y todo salió bien”.
Reynaldo José Salgado, quien trabaja en la Misión desde el 2006, explica al respecto: “Nosotros llegamos a sitios remotos, a los que las autoridades no acceden generalmente porque son considerados ‘zonas rojas’. Sin embargo, allí somos muy bien recibidos. Cuando llegan nuestros vehículos, la gente se siente segura, ve en nosotros un amigo, nos abre los brazos y nos confía lo que está pasando en el lugar”.
A otros de ellos, el contacto con las comunidades les ha permitido adquirir gran sensibilidad frente a las personas afectadas por el conflicto. Gutiérrez también comenta que “al ver la cantidad de víctimas que tiene el país, uno se pone en su lugar y aprende a entender y apoyar sus necesidades”.
En el caso de quienes llevan más años en la Misión, el trabajo ha generado lazos de amistad que permanecen en el tiempo, tanto con pobladores de las zonas rurales y urbanas, como con otros colegas. Igualmente, ha significado nuevos aprendizajes en temas como logística, seguridad y mantenimiento de vehículos.
Sorteando múltiples obstáculos, los conductores cumplen un rol fundamental en el objetivo de mantener la presencia de la MAPP/OEA en los territorios, donde también adquieren nuevos conocimientos sobre la realidad del país y contribuyen a tejer relaciones de confianza.