Para los profesionales nacionales que llevan más tiempo en la MAPP/OEA, ésta ha sido una oportunidad privilegiada para transitar las diferentes etapas por las que ha atravesado el proceso de paz. La Misión también vincula nuevos talentos, con el convencimiento de que los esfuerzos, el conocimiento y la experiencia deben renovarse. 

Desde diferentes regiones del país, decenas de colombianos y colombianas se han vinculado a la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (MAPP/OEA) para materializar su anhelo de contribuir, de forma concreta, al fin del conflicto. Por eso, han decidido comprometerse, no solo con la OEA en su rol de acompañante, sino con su país, que anhela dejar atrás décadas de violencia e inequidad. 

Bajo el principio de estar donde la paz los necesite, la mayoría de estos profesionales han asumido las implicaciones de alejarse físicamente de sus familias y amigos, teniendo como norte la posibilidad de sumar esfuerzos con las comunidades y la institucionalidad en aquellas zonas donde el conflicto armado ha dejado millones de víctimas. 

Dada la naturaleza del trabajo de la Misión, los profesionales tienen la posibilidad de ser trasladados a cualquier oficina regional, lo que ha significado una oportunidad única para conocer la vasta e imponente geografía colombiana. Igualmente, recorrer una Colombia pocas veces imaginada les ha permitido aprender de las cosmovisiones locales, así como de las capacidades colectivas para resistir y proteger sus territorios. 

El trabajo en la MAPP/OEA les ha posibilitado realizar acciones concretas para transformar múltiples realidades adversas, satisfaciendo así su deseo de aportar en vastas regiones del país. Ello ha incluido gestiones para garantizar la vida de personas que se encuentran en riesgo por diversas razones, entre ellas, por su posición de liderazgo. Daniel Acosta, profesional nacional de la Misión desde 2004, señala que “hay múltiples personas y procesos en los que hemos dejado huella”. 

Conocer la diversidad de escenarios también les han revelado a los funcionarios colombianos el valor de dialogar con todos los actores. “He tenido la oportunidad de conocer diferentes voces y ponerme en los zapatos de muchos, de poder hablar con la víctima, pero también con el excombatiente, que en muchos casos ha sido víctima también. Eso nos enriquece como personas y como profesionales”, comenta Sabina Cardona, quien ha estado vinculada durante 13 años a la Misión. 

Carlos Rubiano, quien ingresó en 2009 y se ha desempeñado como profesional en Villavicencio, Barrancabermeja y Montería, recuerda: “Un 31 de diciembre recibí dos llamadas: una de una víctima y otra de un desmovilizado. Ambos me agradecieron por el trabajo que hacíamos desde la Misión, y desearon que ‘ojalá el otro año sí sea el de la paz’” Esas palabras, señala, le han ayudado a fortalecer su convicción. 

En este trabajo, además, los profesionales nacionales han adquirido sensibilidades y conocimientos sobre las realidades locales, así como dispuesto sus capacidades en función de las necesidades de las comunidades más afectadas. “Cuando uno entra a la Misión hay un germen de sensibilidad, pero con el trabajo ese germen se convierte en mística”, comenta Juan Camilo Villegas, quien en 2015 se vinculó a la MAPP/OEA en Villavicencio, y actualmente se enfoca en asuntos de restitución de tierras y territorios desde la sede en Bogotá. 

Al respecto, Piedad Moreno, coordinadora del Área de Gestión de Conocimiento de la MAPP/OEA, opina que “la gente es la que vive la violencia, la que espera las transformaciones y la que sueña con un futuro distinto. Esto hace que nuestro trabajo, además de ser humanitario, nos convierta en servidores de las comunidades”. 

Es por ello que la MAPP/OEA confía en que la paz no puede estar en mejores manos que la de los colombianos y colombianas, quienes aportan y seguirán aportando a su país cuando la Misión finalice su tarea.