Decididos a rehacer lo que la guerra les había arrebatado, los campesinos de Pailitas empezaron a reconstruir sus comunidades. De a pocos, fueron arreglando las vías y reparando las casas. Reabrir las tiendas fue vital en este proceso porque  éstas reactivan el comercio. En agosto de 2018 se inauguró la primera de las cinco  que se construirán en la zona.

Cuando José del Carmen Pavón regresó a la vereda Los Corazones, del municipio de Pailitas, en el sur del Cesar, lo que alguna vez había sido su hogar y el de sus vecinos se había convertido en monte, el pasto sobrepasaba las ruinas de las casas y la carretera estaba tapada. Corría el año 2008 y los más de ocho años de desplazamiento forzado que  enfrentaba la población habían hecho mella en esa y otras veredas, que entonces parecían pueblos fantasma.

José del Carmen explica que decidió volver para trabajar como jornalero porque “tenía siete hijos y, a medida que iban creciendo, no tenía cómo darles el alimento y el estudio”. Como él, decenas de campesinos que salieron de la región por cuenta del conflicto armado ya habían empezado a regresar a Pailitas desde hacía un año, sin acompañamiento del Estado.

El proceso estuvo plagado de dificultades. El líder campesino César Navarro, representante de la Asociación de Juntas Comunales Arroyo Hondo de Pailitas (ASOJUAHPAI), describe así la situación que se vivía en la época: “Las carreteras estaban abandonadas, algunas veredas no tenían colegio, no había profesores y las fincas estaban totalmente acabadas, sin verduras, sin vivienda. Eso fue muy duro para el campesino, porque, además, en el tema psicológico uno tenía mucho miedo”.

El retorno a Pailitas en el 2008, como en otras regiones del país, se desencadenó gracias a la desmovilización de los paramilitares. En 2006 dejaron las armas 251 combatientes de las Autodefensas Campesinas del Sur del Cesar, que para efectos de la negociación y el desarme recibieron el nombre de frente Héctor Julio Peinado Becerra del Bloque Norte de las AUC.

En 2014, en el marco del sistema transicional de Justicia y Paz, el Tribunal Superior de Bogotá determinó que esa estructura era responsable de múltiples asesinatos de líderes políticos, masacres y desplazamientos.

 El conflicto en el departamento, donde hizo presencia la guerrilla de las FARC y en donde actualmente está el ELN, dejó más de 318.000 víctimas, según el Registro Único de Víctimas.

Decididos a rehacer lo que la guerra les había arrebatado, los campesinos de Pailitas empezaron a reconstruir sus comunidades. De a pocos, fueron arreglando las vías, gestionando la llegada de docentes y reparando las casas. Además, se pusieron en la tarea de volver a constituir las tradicionales juntas de acción comunal, claves para la interlocución con las autoridades locales.

El retorno y la reorganización desembocaron en un proceso de vital importancia: la reparación de los daños causados durante el conflicto. En este marco, se logró que la Unidad para la Atención y Reparación integral a las Víctimas reconociera al municipio de Pailitas como Sujeto de Reparación Colectiva y en 2014, tras un esfuerzo de dos años, se aprobó el Plan Integral de Reparación Colectiva.

“Las carreteras estaban abandonadas, algunas veredas no tenían colegio, no había profesores y las fincas estaban totalmente acabadas, sin verduras, sin vivienda. Eso fue muy duro para el campesino, porque, además, en el tema psicológico uno tenía mucho miedo”.

César Navarro, líder de la zona

En el Plan se incluyó la reconstrucción de cinco tiendas comunitarias, acabadas no solo por el desplazamiento, sino también por las restricciones que habían impuesto los paramilitares para el transporte de alimentos hacia las zonas rurales.

Los líderes de Pailitas aseguran que desde la década del 80, las tiendas, que en ese entonces eran cooperativas, fueron vitales para la economía de la comunidad. Allí compraban los alimentos que se cultivaban en las fincas y vendían comida, herramientas e insumos.

José del Carmen recuerda la efervescencia que vivían los negocios de la época: “Esto se ha caracterizado por ser una parte céntrica, donde todas las comunidades de la cordillera Oriental para atrás llegaban a comprar. Era impresionante el negocio que había y no daban abasto las tiendas, que eran grandes. Era una región muy poblada y se producía mucho: llegaban camiones que salían llenos de cacao, café y plátano en abundancia”.

Por ser cooperativas, las tiendas eran propiedad de sus afiliados y su administración estaba a cargo de las juntas de acción comunal. Estifaniel Sepúlveda, integrante de Asojuahpai, cuenta que una parte de los excedentes se invertían en beneficio de todos: “Según narran nuestros ancestros, esas tiendas prestaban el servicio de rendir la plata. Con las ganancias se arreglaban los caminos vecinales o las carreteras y se invertía en obras sociales, como el alcantarillado”.  Por eso, opina que “si la violencia no se hubiera generado tanto, hoy habría una economía más amplia y más progreso para la región”.

La reparación de las tiendas inició en noviembre de 2017, como parte del programa Sumando Paz que lidera el Ministerio del Trabajo. La iniciativa tiene la finalidad de formular e implementar planes de negocio para 24 Sujetos de Reparación Colectiva.

En agosto de 2018 se inauguró en la vereda El Terror, la primera de las cinco tiendas que se construirán en la zona y que, como antes, serán administradas por la comunidad. Las cuatro restantes estarán ubicadas en Barro Blanco, Andes I, Los Corazones y Bobalí, que se consideran puntos centrales para la reactivación del comercio.

“El hecho de que no tengamos que bajar al casco urbano para hacer las compras permitirá que reduzcamos gastos en transporte y tiempo, que podemos usar en trabajar las parcelas. Y lo otro es la integración que hay dentro de las comunidades, porque nosotros teníamos muchos años de no vernos y hemos estado haciendo encuentros culturales, partidos de fútbol y compartiendo ideas”, concluye César Navarro, representante de Asojuahpai.

Pailitas es uno de los municipios priorizados por la MAPP/OEA en el Cesar. En ese sentido, la Misión recorre las diferentes veredas y corregimientos que lo componen, monitoreando las dinámicas del territorio y los procesos de construcción de paz, como la reparación a víctimas y, en este caso, la reparación colectiva.

Gracias al monitoreo constante, la Misión pudo evidenciar desde 2018 los avances, retos e impactos del revivir de las tiendas en los habitantes. En su función de acercar a instituciones y comunidades, la Misión aclaró dudas de las comunidades e hizo puente entre los interesados y la Unidad de Víctimas.