Casa Diversa

Medellín
Comuna 13

En una pequeña construcción de ladrillo y tejas de zinc en la Comuna 8 de Medellín funciona Casa Diversa. Por varios años, los jóvenes que lideran este colectivo han buscado generar un HECHO DE PAZ con algo central: el respeto por la comunidad LGBT. 

Mientras espera la reunión de la tarde, Jhon Restrepo camina de un lado a otro de la Casa Diversa contando las últimas novedades. Además de confirmar que los coloridos murales internos fueron renovados, dice que está concentrado en una nueva idea: adecuar una de las habitaciones traseras para hospedar temporalmente a personas LGBT víctimas de desplazamiento o que se encuentren en alguna otra situación de emergencia. Aunque la ciudad cuenta con albergues, Jhon asegura que allí persiste la discriminación sin que las autoridades hagan lo suficiente para evitarlo. 

Casa Diversa es una de las iniciativas de la Mesa LGBT de la Comuna 8 de Medellín, un colectivo juvenil que surgió en el 2007 como escenario de encuentro y reconocimiento de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas. Inaugurada en el 2016, es un referente nacional de las luchas de las víctimas del conflicto armado: allí se ha gestado el proceso de reparación colectiva de la Mesa, fracturada por la violencia de los grupos armados posdesmovilización. 

La pequeña construcción, de ladrillo y tejas de zinc, está enclavada en una zona de alto riesgo de deslizamiento de la Comuna 8, habitada por familias ubicadas en los estratos 1 y 2. La mayoría de los medellinenses reconocen la aglomeración de barrios que componen ese sector como uno de los epicentros del conflicto armado intraurbano que por décadas vivió la ciudad, en el que participaron milicias guerrilleras, grupos paramilitares y agentes estatales. 

Aunque cuando surgió la Mesa los bloques paramilitares Metro y Cacique Nutibara habían desaparecido, la violencia continuaba por cuenta de grupos criminales conocidos como “combos”. En el 2010, los violentos amenazaron con panfletos a las personas LGBT de la Comuna; en el 2011, desplazaron a Andrés Gutiérrez, uno de sus líderes; y en el 2014, hicieron lo mismo con Jhon Restrepo, coordinador de la Mesa. También hubo agresiones físicas y violencia sexual contra otras personas integrantes del colectivo, a quienes los armados consideraban objetivo militar por ser diferentes. 

Haciendo uso de esos crímenes, los “combos” consiguieron paralizar el proceso organizativo entre 2012 y 2013. Durante esos años, las personas que integraban el colectivo dejaron de hacer los murales, talleres, marchas, reinados y encuentros con los que se habían ganado un espacio en la comunidad y en los que habían empezado a reivindicar su cuerpo y su identidad. De a pocos, la Mesa ha ido construyendo un extenso documento con los artículos de prensa en los que quedaron registradas esas tragedias. 

Sentada a las afueras de la casa, Andrea Sepúlveda, una de las fundadoras de la organización, recuerda lo importante que fue para ella ese proceso durante los primeros años: “Yo llegué a la Mesa porque tenía la necesidad de conocer mucho más de las personas LGBT, porque no me aceptaba tal como era, siempre peleaba contra eso. Entonces, luchar por nuestros derechos y hacernos visibles en la sociedad me ayudó a reconocerme”. Con el recrudecimiento de la violencia, procesos como el de Andrea se vieron truncados. 

En el 2014, con el regreso de los líderes y lideresas a la comuna, las personas que integran el colectivo empezaron a reflexionar sobre los crímenes de los que habían sido víctimas. Jhon resume así las conclusiones a las que llegaron: “La experiencia en la guerra dejó algo muy claro: lo que nos pasó no se lo inventó un grupo armado, sino que es resultado de una violencia histórica y estructural. Pensamos que para que no vuelva a pasar necesitamos transformar la sociedad; es decir, no solo hacer un trabajo interno con el movimiento LGBT, sino también con todo aquel que agrede, que discrimina”. 

Consciente de la necesidad de emprender una ruta de reparación integral, la Mesa solicitó su inclusión como sujeto de reparación colectiva en el Registro Único de Víctimas, petición que la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas  aceptó en 2016. Con esa decisión, se convirtió en el primer grupo de personas LGBT reconocido por el Estado colombiano como víctima del conflicto armado. 

Desde entonces, la Mesa ha recibido el acompañamiento permanente de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz (MAPP/OEA). Una de las primeras acciones que se desarrollaron conjuntamente consistió en la realización de actividades deportivas y espacios de socialización con los que la Mesa buscó integrarse con la comunidad y sumar nuevos miembros. 

La Misión apoyó a la Mesa en todo el proceso de elaboración del documento de diagnóstico del daño sufrido por la organización, así como en el diseño de la propuesta del plan de reparación, concertada entre la Unidad y las personas que hacen parte del colectivo. 

Jhon explica que “la MAPP/OEA nos viene acompañando desde el primer momento en que empezamos a pensarnos como sujeto de reparación colectiva. Ha sido una organización que ha ayudado a gestar este proceso, pero además que ha permanecido en el tiempo de manera firme y constante. Esto ha permitido que hoy la Mesa haya logrado cumplir muchas de las fases de su ruta de reparación colectiva”. 

El plan de reparación incluye varias estrategias que le apuntan a fortalecer las capacidades de la organización en temas tan variados como atención psicosocial de emergencia, comunicaciones, arte, formación, rehabilitación desde el cuerpo, monitoreo de la situación de derechos humanos y memoria histórica.  

No obstante, quienes integran la Mesa han manifestado que el peligro continúa por la persistencia de “combos” en la zona. La Comuna 8 sigue teniendo presencia considerable de grupos armados, de microtráfico, de violencia intrafamiliar, y continúa afectada por la escasa presencia estatal. Por eso, una de las apuestas más importantes para el proceso de reparación integral es evitar nuevas vulneraciones a los derechos de las personas que hacen parte del colectivo. 

En la tarde, Jhon encabeza la reunión que convocó días atrás, para la que han llegado las personas que integran la Mesa, representantes de la institucionalidad, así como líderes y lideresas de la comuna. En ella, cuenta orgulloso que el plan de reparación está a punto de ser aprobado y dice que espera recibir el apoyo de todos para seguir fortaleciendo la Mesa, no solo como un espacio para las personas LGBT, sino para toda la comunidad. 

De hecho, la organización ha buscado trabajar cada vez más de cerca con el barrio y con la ciudad. Cada año realiza una celebración comunitaria de Navidad, así como una escuela de género y conflicto, a la que asisten profesores, estudiantes y gente del sector. Además, estas actividades se complementan con recorridos guiados por la comuna, con la gestión de donaciones ante los frecuentes derrumbes que hay en el área, así como venta de productos fabricados por las personas que integran la Mesa. 

Con muchos planes en mente, Jhon concluye: “Esperamos que en unos años podamos recoger los frutos: que las nuevas generaciones de este territorio tengan una manera distinta de ver, tramitar, reconocer, visibilizar e incluir la diferencia y la diversidad. Si pudimos sobrevivir a esta guerra, es porque tenemos la capacidad de transformar la realidad”.